lunes, 24 de marzo de 2014

Enemy. La identidad en crisis

Un profesor universitario de existencia gris descubre una noche que existe otro hombre físicamente idéntico a él. El fantasma contemporáneo de la crisis identitaria encuentra a partir de este punto de partida un nuevo y personal acercamiento en Enemy, quinta película de Dennis Villeneuve. Es curioso observar que ya en el título del film, menos descriptivo y más ambiguo que el de la novela en que se basa (El hombre duplicado), el autor plantea ya algunas de las preguntas que propone a lo largo del metraje. ¿Quién es ese enemigo del que nos habla el título? ¿Acaso lo es el doble de nuestro protagonista? ¿Y no es ese doble, precisamente, una escisión de él mismo?
En el 1997, David Lynch ideó el fracasado personaje de Fred Madison, incapaz de complacer a su mujer, y lo contrapuso con el joven mecánico que vivía un apasionado romance con una femme fatal de idéntico rostro, para finalmente descubrirnos que ambos eran una cara de la misma moneda. De la misma manera, los protagonistas de Enemy son enemigos y a la vez la misma persona, siendo cada uno de ellos el cuerpo en que se exorcizan los deseos infranqueables y las frustraciones del otro. En este sentido, la figura de la mujer, al ser extensión amorosa y vital de ambos personajes, adquiere igualmente una importancia simbólica esencial. Partiendo de la idea lynchiana de la rubia como figura fantasmal y la morena como signo inequívoco de vida, Villevenue lleva a cabo en Enemy una interesante reformulación de tal concepción. Así pues, las mujeres de ambos protagonistas, rubias y etéreas, pasan a convertirse en objetos fantasmales en tanto que figuras de la frustración sexual (a las que se ven incapaces de amar y satisfacer). La mujer morena, por su lado, en vez de ser un personaje de salvación amorosa se transfigura en la terrorífica imagen de la araña: metáfora última del deseo y de la tentación más oscura, así como de la muerte misma. Villenueve nos introduce pues en una nueva dimensión desoladora sobre la imposibilidad de la felicidad en las relaciones sentimentales: pues cuando la mujer es real no puede ser amada, y cuando es deseada no puede ser real.
El director canadiense bucea en los deseos y frustraciones de la identidad en crisis través de esas dos figuras contrapuestas que son el profesor universitario y el actor de poca monta (profesión del desdoblamiento identitario por excelencia). Pero alejado del estilo fantástico de su referente, el director canadiense nos instala en su personal atmósfera gélida realista salpicada por constantes elementos oníricos. Así, crea un clima de contenido malestar, alimentado por los tonos sepia de una ciudad fantasmal, por la música escasamente melódica y por unos primeros planos angustiosos que se acercan al protagonista y lo aíslan del mundo que lo rodea.

Como los personajes kafkianos de El castillo y El proceso, los dos protagonistas de Enemy se encuentran atrapados en un mundo paradójico que sin embargo, se aleja del más allá fantástico de Lynch para adquirir las formas de una fría metrópolis contemporánea. Así, como ocurría con los viajes en el tiempo de los científicos de Primer, el recorrido vital de los protagonistas de Enemy tiene tanto de existencialista como de suicida, y en su gélido e inquietante caos se refleja la extraña, tristísima e inevitable tragedia del ser humano. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario